Llueve en el desierto


La tormenta que venía hacia mi me ha esquivado. Ha anochecido y veo su aparato eléctrico encima de El Aiun. Pero viene otra. No, no son rayos, son unos resplandores con una cadencia fija de un segundo, tiene que ser un faro de la costa. Enciendo el GPS y oriento el mapa al norte, efectivamente, estoy a noventa y cinco kilómetros al SE de Tarfaya pero el terreno es llano y veo la luz de su faro. Por el lado contrario veo lo que deben ser las potentes luces de camiones que circulan por la carretera de Smara a Tantan que está a 40 kilómetros. Me tengo que acostumbrar de nuevo a estas cosas, estoy saliendo del desierto.

Cuando amanece mi campamento está bajo tres centímetros de agua, ha estado lloviendo toda la noche. Recojo todo y me pongo en marcha, preveo que los sesenta kilómetros que hay hasta la carretera van a ser entretenidos... y así es. Llego a la carretera a la altura de las gasolineras de Ras el Khanfra y desayuno en el café de una de ellas. Lleno gasoil puesto que la siguiente gasolinera más al Norte ya no tiene el precio bonificado del Sáhara, entre 61 y 62 céntimos de euro el litro. Automáticamente aborto los planes de continuar los quinientos kilómetros que hay hasta Assa fuera de asfalto, no es prudente. Me despido aquí del Sáhara, mucho menos romántico que cruzando el Djebel Uarkziz por Foum Negev como me gusta hacer, remoloneando para pasar una noche más a las faldas de la montaña que hace de frontera natural con el Sáhara.

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